martes, 24 de mayo de 2011

EL FUTURO ERA ESTO

A: Teléfono de emergencias ¿En qué puedo ayudarle?
B: ¿Oiga? Ayúdeme por favor, no sé dónde estoy.
A: ¿Qué quiere decir con que no sabe dónde está?
B: Está todo muy oscuro y no sé qué hago aquí.
A: ¿Pero desde dónde me está llamando?
B: Desde una cabina. Ayúdeme, se lo suplico.
A: A ver, tranquilícese y dígame su nombre.
B: Es que no recuerdo quién soy ¡No recuerdo nada!
A: Si no me da más datos no podré ayudarle. Dígame qué estaba haciendo justo antes de llegar a la cabina. Intente recordar.
B: Llevo horas caminando en la oscuridad por un camino lleno de piedras, pero no recuerdo ni el momento ni el lugar del que salí. Ni siquiera el motivo.
A: Le propongo una cosa a ver qué le parece: usted me va describiendo lo que ve desde donde está y yo intento identificar el lugar en el que se encuentra. De este modo podré avisar a los compañeros que estén cerca para que puedan ir a ayudarle.
B: De acuerdo.
A: Me ha dicho que está todo oscuro, pero ¿No hay nada que se distinga sobre el resto?
B: Por el camino estaba todo negro, pero ahora, desde la cabina, veo las luces de una ciudad a lo lejos, bajo mis pies. Debo estar en un lugar bastante alto.
A: Muy bien, ya vamos teniendo algo para situarnos. Según me dice, lleva toda la noche, o desde donde recuerda, caminando hasta que se ha encontrado con esa cabina, que parece estar a bastante altura porque puede ver bajo sus pies las luces de una ciudad. ¿Podría estar subiendo a una montaña o algo así?
B: Puede ser, aunque no tengo claro si en la dirección que llevaba estaba subiendo o bajando.
A: No se preocupe, eso ahora es lo de menos. Fíjese detenidamente en esa ciudad que tiene ante usted y busque entre todas esas luces cualquier cosa que pueda llamar su atención. Algo característico que me pueda servir para identificar el lugar.
B: Parece una ciudad grande porque hay muchas luces.
A: Eso no me sirve de mucho. Fíjese bien y continúe buscando.
B: ¿Pero qué cojones quiere que busque?
A: Escúcheme. No puedo hacer más por usted que ayudarle a identificar la ciudad que tiene delante. Si conseguimos saber qué ciudad es, identificaremos enseguida el monte o montaña sobre la que se encuentra y podré enviar a alguien inmediatamente para que vaya en su ayuda ¿Entiende?
B: Está bien, disculpe.
A: Busque entre las luces.
B: Espere un momento ¡Veo algo! ¡Hay algo que sobresale por encima de todo lo demás!
A: Perfecto, eso podría servir. Descríbame con detalle cómo es ese algo.
B: Es muy alto.
A: ¿Y qué más?
B: Está muy iluminado.
A: Para verse desde donde está usted debe estarlo. Lo está haciendo muy bien, continúe.
B: Es como una columna.
A: ¿Una simple columna o tiene algo más?
B: Tiene algo en la parte de arriba.
A: Siga describiendo. ¿Qué hay en la parte de arriba?
B: Son dos arcos.
A: ¿Dos arcos?
B: Así es, dos arcos grandes y amarillos.
A: Un momento ¿Esos arcos están unidos?
B: Exacto, uno pegado al otro.
A: ¿Y debajo de los arcos amarillos hay una superficie roja con algo escrito?
B: Creo que sí, aunque no alcanzo a leer lo que pone.
A: …
B: ¿Oiga? ¿Sigue ahí?
A: Lo siento mucho amigo, no le puedo ayudar.
B: ¿Qué ocurre?
A: Está usted más perdido de lo que piensa.
B: ¿Qué quiere decir?
A: Que está usted en cualquier lugar.

























Ilustración de Tamara Jiménez

sábado, 14 de mayo de 2011

COMPLEJO DE PROGRESO


Piensa en esto: cuando adquirimos un teléfono táctil adquirimos un pedazo del futuro que diseñaron en nuestro imaginario cuando éramos pequeños; una ilusión pensada por otros para que experimentemos la idea de lo que debe ser el progreso.

No adquirimos sólamente un teléfono con el que llamar y tener muchos planes, porque pensamos que estar más comunicados significa estar mejor comunicados. Adquirimos la posibilidad de estar disponibles para todo el mundo todo el tiempo; adquirimos la necesidad de tenerlo siempre a mano y mirar la pantalla cada pocos segundos para tener la certeza de que no nos estamos perdiendo nada; adquirimos la creencia de que, al tocar directamente sobre la pantalla, hacemos menos movimientos con el dedo que cuando pulsábamos botones, sintiéndonos así más inteligentes y eficaces.

Adquirimos la posibilidad de nombrarnos y hacernos presentes en Facebook, y por tanto, de dar cuenta de nuestra propia existencia; adquirimos la necesidad de sentir una y otra vez ese placentero alivio que provoca saber lo que hay que saber en el momento en el que está ocurriendo, y no más tarde, cuando ha perdido todo su valor; adquirimos la necesidad de expresar lo que estamos haciendo o pensando, para que, al ser compartido, adquiera significado.

Adquirimos la necesidad de pensar en cómo nos piensan los demás, y de intervenir en ello seleccionando y publicando la información adecuada para salir lo más guapo/a posible en la foto mental que tienen de nosotros; adquirimos la sensación de estar viviendo nuestra vida en directo, porque las cosas ya no ocurren en el espacio físico en el que nos encontramos, sino en el espacio virtual en el que las contamos.

Realmente no era el móvil táctil lo que estaba en la mente de quienes diseñaron el futuro en el que estamos viviendo; ni siquiera los televisores de plasma, ni las casas “inteligentes”, ni los coches que aparcan solos, ni los robots de cocina. Tampoco los marcos digitales ni los cepillos eléctricos… éramos nosotros, como consumidores de esta idea de progreso, los que estábamos siendo imaginados y hechos Realidad.

No adquirimos un teléfono táctil, nosotros somos los adquiridos.

En palabras de Claude Steiner (1992): “Muchos de nosotros nos sentimos orgullosos de tener una buena vida, buena en el sentido que otros la entienden, y a quienes respetamos y admiramos por habernos dicho lo que la buena vida significa”.








Ilustración de Tamara Jiménez


*Este texto está inspirado en el relato de Julio Cortázar "Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj", musicado en este vídeo por migala.

martes, 19 de abril de 2011

SIN TETAS NO HAY PARAÍSO (ò la configuración del gusto según Bourdieu aplicada a un trauma infantil)

Con 13 años viví una experiencia en el colegio público en el que estudié la EGB, de la que iba a sacar algunas conclusiones...

Había una chica que iba un curso por debajo del mío que con 12 años ya usaba sujetador. Era una niña rubia con una estatura normal pero con las tetas mucho más desarrolladas que las niñas de su edad y que incluso algunas mayores.

Esta niña, que se llamaba S. fue consciente rápidamente de los beneficios que sus tetas le reportaban: chicos de trece o catorce años a sus pies, total sumisión de las chicas de su edad, envidia de chicas populares mayores que ella pero con menos tetas, etc. En resumen, prestigio social.

Un día, durante la media hora del recreo, que era de once a once y media, me llegó el rumor de que S. iba a enseñar las tetas en el aseo de chicas que había en la parte trasera del patio, así que fui corriendo a ver si podía ver algo.

Cuando llegué, la puerta estaba taponada por la gente. Intenté asomarme un poco, pero miré a mi alrededor y comprobé aterrado que no estaba por allí ninguno de mis amigos. Tampoco estaban los amigos de mis amigos. Comprendí al instante que ese espectáculo no lo podía presenciar cualquiera. De hecho, no había nadie en el aseo que no perteneciera al estrato social de los más populares. Y esto, inevitablemente, nos obligaba a los demás a situarnos con respecto a ellos.

Este hecho nos hacía conscientes a todos de nuestro lugar en la Estructura Social del colegio.

Evidentemente, a mí no me correspondía estar en ese lugar en ese momento. 

Ni siquiera intenté asomarme. Me di la vuelta y volví con los míos.

Desde entonces tengo especial predilección por las tetas más bien pequeñas.



jueves, 7 de abril de 2011

ILUSIONISMO

Recuerdo que de pequeño siempre iba con mi familia a pasar los fines de semana a la casa que teníamos en el campo.

Un viernes por la noche, nada más llegar, cuando estábamos bajando del coche le pregunté a mi madre si podía gritar con todas mis fuerzas, que me apetecía mucho.

Mi madre sonrió y respondió que por supuesto. Que era libre para hacer lo que tuviera ganas de hacer.

El domingo de ese mismo fin de semana, al regresar a la ciudad, cuando ya estábamos entrando en casa, pregunté de nuevo a mi madre si podía gritar con todas mis fuerzas, que me apetecía mucho.

Al decirle esto le cambió la cara y me respondió inmediatamente que ni pensarlo, que si quería que nos tomaran por locos.

En ese momento no entendía qué diferencia podía haber con la ocasión anterior si realmente se trataba del mismo acto.

Estaba empezando a comprender, sin saberlo, la importancia del contexto en el significado de las cosas.

La clave de (casi) todo.

jueves, 17 de marzo de 2011

NOS CONSTRUIMOS REMEMORANDO

Intenta recordar tu vida durante unos instantes: piensa en lo que te ha pasado desde los primeros recuerdos que tienes de la infancia hasta el momento en el que estás leyendo esto. Presta atención a las primeras imágenes que han aparecido en tu mente, a lo que pensabas y sentías cuando aquello ocurría.

Ahora centra tu atención en lo que sientes en estos instantes al recordarlo, e intenta reflexionar sobre la función que puede cumplir ese recuerdo en tu memoria para que esos acontecimientos y no otros hayan salido a la superficie de la consciencia cuando has realizado este sencillo ejercicio.


Suele ocurrir que, cuando uno reflexiona sobre lo objetivo y los subjetivo, sobre si la realidad existe fuera de nosotros o somos nosotros mismos quienes la creamos, puede acabar deduciendo que todo puede estar más o menos sesgado, manipulado y/o construido menos nuestra propia vida, ya que lo que hemos vivido lo hemos visto con nuestros propios ojos, y por tanto, es incuestionable.

Sin embargo, mejor que hablar sobre lo que hemos vivido, sería más correcto hablar sobre lo que recordamos que hemos vivido, y esto, entre otras cosas, implica reconocer que los recuerdos no son más que pensamientos impregnados de emociones, y que las emociones no pueden no ser subjetivas.

Cuando pensamos en nuestra propia vida no recordamos todo lo que nos ha ocurrido. Recordamos unas cosas y no otras, del mismo modo que, a las cosas que recordamos, les atribuimos unos significados y no otros. De hecho, las recordamos precisamente porque para nosotros, explican de alguna manera lo que vamos siendo en cada momento.

Esos significados van evolucionando al servicio del Aquí y el Ahora al entrar a formar parte de nuestra memoria desde el mismo momento en el que quedamos impactados por su ocurrencia. Como afirma el filósofo y antropólogo Carmelo Lisón Tolosana (2010): finalizamos el pasado desde y para el presente. La mirada sobre el pasado es selectiva y no tenemos un anclaje permanente porque todo cambia.

Hay situaciones ocurridas en nuestra vida que utilizamos como referentes a partir del aprendizaje sufrido por la experiencia. Son acontecimientos importantes para nosotros que guían, en gran medida, nuestros pensamientos, emociones y conductas.

Pero el pasado nunca es sólido ni estático: las decisiones tomadas, sus consecuencias, las relaciones familiares, amistades, pareja y exparejas, enfermedades, fiestas que nos hemos pegado y que nos hemos perdido, fallecimientos cercanos, libros leídos, éxitos, fracasos y demás acontecimientos a los que asociamos emociones, van manteniendo o modificando su significado para tener una coherencia con la idea que necesitamos tener sobre lo que somos en la actualidad (sea esta idea positiva o negativa). El pasado se resignifica desde el presente.

Para ilustrar esto con un ejemplo, imaginemos una relación de pareja más o menos satisfactoria: es habitual que estando en pareja se idealice el inicio de la relación y las mejores experiencias vividas juntos: los viajes, algunas películas, algunos polvos, algunos “te quiero” y otras situaciones que van dando sentido a lo que es estar en pareja. Pues bien, si esta pareja se rompiera, por ejemplo, porque uno de los dos se ha enamorado de otra persona, la persona que ha sido dejada dotaría de un nuevo significado a la relación, a su -ahora- expareja e inevitablemente, a sí mismo/a, para hacer coherente y soportable la nueva situación. Es fácil que en estos momentos dé importancia a situaciones que antes obviaba y obvie situaciones que estando en pareja eran importantes. 

De nuevo en palabras de Lisón Tolosana: El pasado es movedizo. Lo fabricamos  para servirnos de él.

Por lo tanto, vamos construyendo nuestra identidad en base a información seleccionada e interpretada de forma subjetiva al servicio de las necesidades actuales, y esto siempre va a estar mediado por las emociones. Como ya he comentado, solemos tener claro cuáles son los hitos en nuestra vida que han conformado la idea que tenemos sobre nosotros mismos en la actualidad, pero debemos tener en cuenta que se trata de un proceso dinámico de continua reconstrucción (como diría Eric Wolf: deconstruir para volver a construir) que solo finaliza con la muerte.


miércoles, 9 de marzo de 2011

JUGAR AL JUEGO

Vamos a jugar a un juego:

Para empezar tienes que saber que me gustas, pero también tienes que tener claro que no vamos a involucrarnos demasiado.

Tendrás esto en cuenta porque, pese a que te he advertido, tú vas a decidir jugar.

Lo primero que voy a querer es que me confirmes que lo aceptas.

Tú vas a decir que sí, que no tienes por qué buscar algo más que yo, aunque te guste mucho.

No vamos a llamarnos nunca por teléfono, solo vamos a comunicarnos por sms.

Una vez que esto esté aclarado, aumentará mi deseo por ti.

Nos habremos dado permiso para dejarnos llevar, sabiendo que llegado cierto punto de incomodidad por pensar que el otro ha modificado sus expectativas sobre la situación entre los dos, provocaría el alejamiento.

Como todo está claro y aceptado, vamos a quedar varias veces para follar sin volver a hablar del tema.

Esto estará muy bien. Disfrutaremos mucho porque nos gustamos, nos sentimos libres y no hay dudas sobre lo que estaremos haciendo.

Después de haber quedado varias veces seguidas sin hablar de esto, iremos profundizando en nuestra intimidad, tendremos más confianza y los temas de conversación serán más profundos y sinceros. Cada vez seremos más nosotros mismos.

Cada vez nos preocuparemos más por el goce del otro. El sexo se irá haciendo con el tiempo más acompasado y pasional. Cada vez será menos puro sexo.

En este punto yo me distanciaré para asegurarme de que la situación está controlada, porque cada vez disfrutaremos más estando juntos y yo tendré claro que en parte, esto es resultado de la sensación de libertad que me da haber hablado al principio contigo de forma clara y tú haber aceptado.

Al distanciarme, te seguiré enviando mensajes, aunque de forma más espaciada y con un contenido mucho más frío.

Esto provocará que te adaptes al ritmo que yo necesito, porque en este momento te gustaré mucho más que antes y tú aceptaste al principio que esto no se iba a complicar.

Pasarán varios días con menos contacto. Tú te habrás adaptado al ritmo que he ido imponiendo, y esto implicará también que te sienta mucho más distante.

Esto va a hacer que vuelva a tener la sensación de que la situación está controlada y que no nos estamos metiendo en nada que no queríamos.

Entonces, al estar distantes y tener claro que todo está en su sitio, voy a empezar a recordar con mayor viveza los buenos momentos que hemos pasado. La verdad es que cada vez habrá sido mejor que la anterior.

En ese momento me daré permiso para volver a vivirlos. Habré acumulando mucho deseo porque pasaré ganas de volver a probarte y notaré que en esos momentos estás más lejos, aunque la distancia la haya provocado yo.

Volveré a enviarte mensajes con mayor carga emocional y sexual. Tú responderás al instante.

Estarás deseando recibir estos mensajes. No los habías enviado tú por no romper las reglas que habías aceptado inicialmente. Ya habrán pasado varios días desde que nos vimos la última vez. Aquella última vez la recordaremos como perfecta.

Nos enviaremos mensajes cada vez más directos y explícitos. Al poco tiempo volveremos a quedar.

Llevaremos varios días esperando con ansia este momento. Va a ser todavía mejor que las veces anteriores. La misma complicidad pero ahora con más pasión y caricias por la acumulación de ganas de vernos. Ahora las sesiones de sexo las alargaremos todavía más. Durante esos momentos no querremos que se acaben.

Yo habré comprobado entonces que has sabido contenerte todos estos días y que desees algo más o no, eres capaz de adaptarte. Esto te hará todavía más atractiva y especial.

Formalmente todo estará siendo limpio.

Durante los días siguientes nos seguiremos acostando. Yo notaré que conmigo estás totalmente relajada y que cada vez nos contamos más cosas. Cada vez, durante el tiempo en el que estamos juntos, seremos más nosotros mismos sin sentirnos condicionados por las expectativas de la otra persona ni por el temor de hacernos daño.

Lo pasaremos demasiado bien.

Cuando perciba que de nuevo estás totalmente entregada, me volveré a alejar, porque inevitablemente, sentiré la necesidad de comprobar que todo está tal cual estaba antes, para poder seguir así de bien contigo.

Volveré a espaciar los mensajes y el contenido se volverá a enfriar.

Necesitaré volver a sentir que no estamos empezando nada, porque pensar esto hace que el interés por ti se esfume, y tú me gustas mucho.

Volverás a adaptarte a la situación y a mi ritmo. Te seguirá compensando.

Te gustaré cada vez más.

A los pocos días, al ver que has respondido y que me has vuelto a demostrar que eres capaz de mantener tus impulsos, te volveré a desear con fuerza.

Volverán los mensajes, de nuevo menos espaciados y más cargados de contenido emocional y sexual.

Los dos lo estaremos deseando. Esos polvos de después de unos días sin vernos serán los mejores.

Nos daremos las caricias y los besos que nos habremos estado aguantando durante el tiempo en la distancia.

Nunca falla nada cuando estamos juntos.

Me alejaré cada vez con más frecuencia, porque cada vez tardarán menos tiempo en aparecerme pensamientos de alerta por lo bien que estamos, ya que esta sensación de libertad y perfección la pierdo cuando siento que ya eres mía, por lo que querré evitar sentirlo.

Tú te molestarás un poco, pero no conmigo, porque pensarás que no tienes derecho a reclamar ni a exigir nada más de lo que te doy porque has aceptado jugar, y sin volver a hablar del tema, deducirás correctamente que con mis alejamientos quiero darte a entender que las reglas no han cambiado en absoluto.

Esto provocará que te enganches cada vez más. De momento, las épocas de pasar ganas se compensan con los reencuentros increíbles.

Inevitablemente, pasado cierto tiempo, esta dinámica dejará de compensarte.

Tú te sentirás cada vez peor en los momentos de alejamiento porque cada vez te sientes mejor cuando estamos juntos. Cada vez sentirás que necesitas menos cualquier otra cosa que no sea esto, pero los periodos de alejamiento serán cada vez más largos y los periodos en los que estamos juntos más cortos. 

Querrás que pasemos más tiempo juntos y ya hará algún tiempo que te imaginas conmigo haciendo otras cosas además de follar y hablar en la cama.

Decidirás hablar conmigo ya cansada de esta situación sabiendo que estarás rompiendo las reglas pactadas.

No estarás enfadada porque aceptaste jugar al juego y sabes que formalmente he jugado limpio. Será una sensación extraña y contradictoria para ti.

Me preguntarás, sabiendo mi respuesta, si me apetece pasar más tiempo contigo y hacer otro tipo de actividades que impliquen que nos vean juntos. Me reconocerás que a ti hace tiempo que te apetece.

Yo te diré lo que sabías que te iba a decir.

No te enfadarás, porque pensarás que no tienes derecho, pero te dará rabia la situación. Será frustrante.

Te habrás cansado de jugar al juego.

Me dirás que no estás dispuesta a seguir y me dejarás.

Siempre tendrás un buen recuerdo de mí. Por todo lo que habremos pasado y por todo lo que imaginaste que podría llegar a pasar si las cosas hubieran sido de otra forma. No te costará ningún esfuerzo imaginar que esa sensación de los ratos en los que estábamos juntos se podría generalizar a todos los ámbitos de tu vida.

Te excitarás durante algún tiempo pensando en mí.

Yo te echaré mucho de menos, incluso más que cuando era yo el que provocaba el alejamiento. Entonces tenía la sensación de que siempre estarías dispuesta, pero ahora eres tú la que ha decidido alejarse y lo vas a cumplir.

En ese momento sabré que no volveremos a estar juntos, y eso irremediablemente provocará que quiera volver a estar contigo.

Fantasearé con la idea de que podríamos haber llegado a algo más.

Me excitaré mucho recordándote.

Entonces me daré cuenta de que eras perfecta para mí.